lunes, 29 de octubre de 2012

La actitud de un emprendedor


En muchas ocasiones nos referimos a la aversión al riesgo y el temor al fracaso como algunos de los condicionantes que frenan la iniciativa emprendedora. Podemos pensar que los auténticos emprendedores contemplan estos dos factores como algo inherente al hecho de emprender, y conviven con ello con toda naturalidad, sin embargo eso no es así.

Lo que sí está claro es que emprender es una actitud y va en el caracter de la persona, igual que el ciclista que, tras una caida, se reincorpora rápidamente y lo primero en lo que piensa, más allá de sus heridas, es en seguir en carrera, o como el caso de Dani Pedrosa que, tras caerse de la moto y romperse la clavícula por tres sitios, sólo pensaba en hacer lo posible por poder correr la próxima carrera porque se le escapaba el título mundial.

La aversión al riesgo

En muchas ocasiones se suele decir que es necesario, para lanzarse a una aventura empresarial, superar la aversión al riesgo y que a los emprendedores les gusta el riesgo. Ante esto, el profesor de la Escuela de Negocios de Harvard, Howard Stevenson dice que “uno de los mayores mitos sobre los emprendedores es que son buscadores de riesgo. Sin embargo, no es así, toda persona sensata desea evitar el riesgo”.

Si nos fijamos en los ciclistas, que se lanzan a tumba abierta en las bajadas de los puertos de montaña, podemos pensar que han vencido al riesgo. Pero, desde su punto de vista, y sabiendo manejar bien la bicicleta, no se trata de vencer al miedo de caerse, sino a poner los medios necesarios para evitar la caída.

Una cosa en el riesgo de montar un negocio y otra es la temeridad. Siempre habrá factores externos que puedan hacer que nuestro proyecto fracase, pero el mayor porcentaje de esos fracasos proviene de situaciones de riesgo que podrían haberse controlado. No se trata de superar la aversión al riesgo, sino de reducir al mínimo los factores que lo producen.

El temor al fracaso

En una cultura como la nuestra, donde el fracaso está muy mal visto, el miedo a fracasar condiciona, en gran manera la actitud emprendedora. Más del 50% de la población asegura que nunca abriría un negocio propio porque temor a fracasar. Aquí el fracaso sale caro, “si el negocio no te sale bien, ponen una crucecita al lado de tu nombre y ahí se queda, los bancos, los inversores, la sociedad en general…”

En EE UU, no se premia el fracaso, pero se entiende como algo normal e incluso positivo siempre que se haya aprendido de la experiencia. Si un emprendedor tiene en su curriculum muchos fracasos, existe demasiado riesgo, porque está claro que no ha aprendido de sus errores, pero una persona que haya fracasado dos o tres veces, está bien visto.

No se trata de superar el temor al fracaso, como en el caso de la aversión al riesgo, sino de contemplarlo como una posibilidad y hacer lo posible para que no ocurra. Trabajar para llegar al éxito y, si fracasamos, aprender de la experiencia para no volver a caer en la próxima ocasión.

La actitud del emprendedor

Ser emprendedor es una actitud, como la del ciclista que se escapa del pelotón y recorre en solitario más de 100 kilómetros, con la posibilidad de que lo alcancen poco antes de llegar a la meta y no consiga ganar la etapa. Ese ciclista, a pesar de todo, al día siguiente volverá a probar suerte. Ni ama el riesgo ni deja de pensar en el fracaso, pero piensa que es peor no intentarlo.
 
El auténtico emprendedor es el que tiene la inquietud, la ilusión y la iniciativa para transformar una idea, aparentemente buena, en un negocio productivo. No tener aversión al riesgo o miedo al fracaso es una temeridad, porque precisamente estos dos factores sirven de mecanismo de control para no hacer las cosas a lo loco.
 
Inquietud, ilusión e iniciativa mezcladas con respeto al riesgo y al fracaso, esos son los ingredientes para una buena actitud emprendedora. Después lo importante es transformar esa actitud en un manera de pensar y comportarse, ya no como emprendedor, sino como empresario.


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